"Sigo prestando
voluntariado en la protectora de perros y gatos de mi ciudad. Hoy, cuando llego
y me ven, algunos me miran con ojos brillantes y menean sus colitas. Saben que
les voy a sacar a pasear y me lo agradecen de antemano. La propietaria les pone
la correa, mientras yo espero en la puerta y me saca a algunos fuera del patio.
Los perritos que voy a pasear se van alegres y veloces, están ansiosos por
salir fuera. Tiran de mí con fuerza pero mientras avanza el paseo, hay
intérvalos en que dejan de hacerlo. Sin embargo, hay un perrito que sigue
tirando todavía y me detengo. Lo acaricio para calmarle y sigo caminando.
Estoy en el campo. Es
otoño y el paisaje rural que me rodea ha adquirido tonalidades ocres, como si las
hojas de los árboles trataran de mimetizarse con el color terroso del suelo,
sobre el que van cayendo lentamente. De la tierra emana una paz que contrasta
con el movimiento incesante de los perros jóvenes y curiosos que llevo conmigo
y que olisquean continuamente mientras caminan, tratando de encontrar un
rastro. Los rayos del atardecer me anuncian que debo apresurarme con el paseo
ya que pronto será de noche. En otoño oscurece pronto y eso condiciona la
actividad de la protectora y, por supuesto, el horario de paseo de los perros.
Sin embargo, el estruendo de los cantos de los pájaros que se retiran a dormir
sobre un árbol enorme al fondo, tras las tierras de cultivo, hace que me
detenga de nuevo para escuchar ese sonido armonioso y relajante que me regala
el campo. Pero trato de no seguir juzgando ese sonido, de no describirlo
mentalmente, y eso me hace centrarme más en el momento, entregarme a él, por lo
que estoy más atenta. Me doy cuenta enseguida de que uno de los perros me mira
y gime un poquito. Estar enfocada en el ahora me ayuda a ser más consciente de
las necesidades de los demás. El perrito me mira porque desea proseguir con su
paseo que en pronto llegará a su fin. Le miro como pidiéndole disculpas por
haberme parado y sigo adelante. Con los perros comparto un lenguaje no verbal que
lo dice todo.
Cerca de la
protectora encuentro a otra voluntaria que también pasea perros y me uno a ella
en el camino de regreso. Nos damos cuenta de que un vehiculo nos sigue hasta
que se detiene detrás nuestro. El conductor se baja y nos muestra una perrita
temblorosa, que ha rescatado en la autopista. Estaba abandonada a su suerte,
asustada y atada con un alambre a una valla. Nos dirigimos todos hacia la
protectora donde la perrita es atendida y alojada. El conductor le da las
gracias a la propietaria de la protectora por hacerse cargo de la perrita pues
a él le resulta imposible. Sin embargo, la propietaria le
da las gracias a él por la acción valerosa de haber rescatado al animal,
deteniendo su vehículo en plena autopista.
Antes de marcharme,
cojo en brazos a dos gatitos que días atrás fueron rescatados del interior de
un contenedor de basura. Ahora están preciosos y sanos, tienen muchas ganas de
jugar y de encontrar un hogar."
Autora texto: María
Jesús Verdú Sacases