El abandono animal, el atropello, la muerte despiadada en cualquier cuneta de una carretera, son historias que, desgraciadamente, se dan con mucha frecuencia. La que tenemos a continuación, no es una más, y no lo es gracias al gran corazón de unas personas que decidieron que no fuer así, y dar una nueva oportunidad a ese pobre animal que hubiera muerto solo, abandonado y quizá con terribles dolores. Gracias a ellas la historia tuvo un final feliz.
Segunda parte.
Colaborar como
voluntaria en una protectora de animales de mi ciudad es algo que he aprendido
de los tiempos de crisis: la oportunidad o la necesidad de ser solidaria en
favor de mi comunidad. En la protectora
hay perros y gatos pero también algunas aves domésticas como gallinas que fueron salvadas de ser
sacrificadas. Quisiera destacar el gran
corazón de la fundadora y propietaria de esta protectora que a pesar de estar
hasta los topes de perros, suele acoger a aquellos nuevos llegados que se han
quedado sin hogar.
Resido en un pueblo
y trabajo en la misma ciudad en la que está ubicada la protectora. El camino del trabajo a mi casa corresponde a
una zona rural llena de huertos, c ampos de cultivo y casas de campo y, desgraciadamente, perros y
gatitos suelen ser atropellados en la carretera.
Hace unos días iba
yo de camino a casa en mi coche, cuando vi a un perrito en medio del carril
opuesto, el cual parecía haber sido atropellado. Me llamó la atención su
hermoso pelaje. Estaba inmóbil y creí, como tantos otros animalitos que suelo
pasar de largo en mi trayecto de ida y vuelta al trabajo, que ya estaba muerto.
Pero vi que el perrito movia el cuello y algó me impulsó a dar la vuelta en la siguiente
rotonda para incorporarme al carril donde yacía el perrito.
Recuerdo que estaba
asustada. Pedí ayuda, mirando al cielo. Di la vuelta y paré el auto en el
arcén, cerca del perrito, deseando que ningún vehiculo golpeara el mío. Además,
no sabia si el perrito me iba a morder, al tratar de cogerlo. Temía hacerle
daño sin querer. Tampoco sabía si el animalito estaría sangrando. Yo no
disponía de ninguna manta o toalla. Pero bajé del coche y a pesar de mi miedo,
segui adelante con mi propósito. También me acuerdo de la cara de enojo de una
conductora por tenir que parar su vehiculo por algo que aparentemente
consideraba tan banal como hacerle perder su tiempo detenida en medio de la
carretera, mientras yo rescataba al animal. Pero seguí adelante con ello. Hay
que seguir adelante con los propósitos que marca el corazón a pesar de la cara
de desaprobación de los demás.
Para mi sorpresa,
el perrito no sangraba pero se movia poco. Eso sí, era incapaz de tenerse en
pie. No opuso ninguna resistencia. Su actitud hacia mí era mansa, dócil, como
si supiera que yo no iba a hacerle ningún daño. Su mirada bondadosa me
enterneció. Además, era un perrito precioso, de tamaño mediano. Se le veía
ancianito. Lo cogí como pude y lo subí al coche y luego lo llevé a la
protectora. De allí, junto a otra voluntaria lo llevamos al veterinario. El diagnóstico
no fue muy alentador. El animal había sido golpeado, seguramente, por algun
vehiculo que no habría podido esquivarlo. Además, presentaba un cuadro
infeccioso severo, no tenia rabo y presentaba signos evidentes de no haber sido
bien cuidado. Debería permanecer en la clínica veterinaria varios días. La otra
voluntaria y yo salimos desalentadas de la consulta. Además, nadie reclamó la
propiedad del perrito. Sin embargo, la historia de este perrito es una historia
con final feliz. Tras dos semanas ingresado, el animal mejoró notablemente y se
incorporó a la protectora. Yo solía pasearlo en este refugio junto a mi perrita
adoptada y salvada del abandono animal. Deseaba que alguien lo adoptara y que fuera
feliz. Y así sucedió al cabo de pocos días.
Cada vez que
circulo por la carretera donde lo encontré, pienso en los verdaderos héroes de
esta historia, en lo agradecida que les estoy: a la propietaria del refugio por
correr con los gestos médicos y a la
familia adoptante por ofrecerle el calor de un hogar.
María Jesús Verdú
Sacases