domingo, 15 de noviembre de 2015

Mª JESÚS NOS CUENTA DE NUEVO



"Sigo prestando voluntariado en la protectora de perros y gatos de mi ciudad. Hoy, cuando llego y me ven, algunos me miran con ojos brillantes y menean sus colitas. Saben que les voy a sacar a pasear y me lo agradecen de antemano. La propietaria les pone la correa, mientras yo espero en la puerta y me saca a algunos fuera del patio. Los perritos que voy a pasear se van alegres y veloces, están ansiosos por salir fuera. Tiran de mí con fuerza pero mientras avanza el paseo, hay intérvalos en que dejan de hacerlo. Sin embargo, hay un perrito que sigue tirando todavía y me detengo. Lo acaricio para calmarle y sigo caminando.
Estoy en el campo. Es otoño y el paisaje rural que me rodea ha adquirido tonalidades ocres, como si las hojas de los árboles trataran de mimetizarse con el color terroso del suelo, sobre el que van cayendo lentamente. De la tierra emana una paz que contrasta con el movimiento incesante de los perros jóvenes y curiosos que llevo conmigo y que olisquean continuamente mientras caminan, tratando de encontrar un rastro. Los rayos del atardecer me anuncian que debo apresurarme con el paseo ya que pronto será de noche. En otoño oscurece pronto y eso condiciona la actividad de la protectora y, por supuesto, el horario de paseo de los perros. Sin embargo, el estruendo de los cantos de los pájaros que se retiran a dormir sobre un árbol enorme al fondo, tras las tierras de cultivo, hace que me detenga de nuevo para escuchar ese sonido armonioso y relajante que me regala el campo. Pero trato de no seguir juzgando ese sonido, de no describirlo mentalmente, y eso me hace centrarme más en el momento, entregarme a él, por lo que estoy más atenta. Me doy cuenta enseguida de que uno de los perros me mira y gime un poquito. Estar enfocada en el ahora me ayuda a ser más consciente de las necesidades de los demás. El perrito me mira porque desea proseguir con su paseo que en pronto llegará a su fin. Le miro como pidiéndole disculpas por haberme parado y sigo adelante. Con los perros comparto un lenguaje no verbal que lo dice todo.
Cerca de la protectora encuentro a otra voluntaria que también pasea perros y me uno a ella en el camino de regreso. Nos damos cuenta de que un vehiculo nos sigue hasta que se detiene detrás nuestro. El conductor se baja y nos muestra una perrita temblorosa, que ha rescatado en la autopista. Estaba abandonada a su suerte, asustada y atada con un alambre a una valla. Nos dirigimos todos hacia la protectora donde la perrita es atendida y alojada. El conductor le da las gracias a la propietaria de la protectora por hacerse cargo de la perrita pues a él le resulta imposible. Sin embargo, la propietaria le da las gracias a él por la acción valerosa de haber rescatado al animal, deteniendo su vehículo en plena autopista.
Antes de marcharme, cojo en brazos a dos gatitos que días atrás fueron rescatados del interior de un contenedor de basura. Ahora están preciosos y sanos, tienen muchas ganas de jugar y de encontrar un hogar."       
Autora texto: María Jesús Verdú Sacases

2 comentarios:

  1. Pues sí, Pilar. En los útltimos tiempos se ha incrementado el abandono animal y, por desgracia, el maltrato animal no ha desaparecido. Sin embargo, somos cada vez más las personas concienciadas en el respeto a la madre naturaleza y a los animales. De hecho, la forma en que una persona trata a los animales dice mucho de ella, nos habla cómo es ella realmente.

    Interactuar con animales nos aporta y enriquece y nos hace ser más humanos. Con los animales pueden mantenerse lazos especiales durante años y que van a marcar nuestras vidas para bien.

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